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miércoles, 20 de noviembre de 2013

Fantasmas de Japón (I)



Pese a estar considerado, sin lugar a dudas, como el país más avanzado tecnológicamente del mundo, Japón es uno de esos lugares en los que existen cientos de historias de fantasmas, debido en gran parte a que su mitología es un sistema extremadamente complejo de creencias. En Japón, la religión no tiene un concepto definido, pues los japoneses no tienen una religión "oficial". Es sabido que los japoneses incorporan los rasgos de muchas religiones en sus vidas diarias, un proceso conocido como sincretismo. De esta manera, es normal ver por las calles japonesas decoraciones para festejar la Tanabata (Festividad de las estrellas derivada de la tradición china), el Obon (una festividad de origen budista que honra a los espíritus fallecidos de los antepasados), Halloween o nuestra Navidad. Una oración muy usada en Japón cuando se tienen problemas es "Kami-sama dōka otasuke kudasai" ('Dios, ayudadme de alguna forma, por favor'), que parece implicar una creencia sincretista.

A día de hoy, el budismo es la religión ligeramente mayoritaria en Japón, mientras que el sintoísmo fue la religión oficial de Japón hasta el siglo VII, siendo actualmente la segunda en número de practicantes. Debido a la influencia histórica de China, podemos encontrarnos con taoístas y confucianos . También se practica el cristianismo, principalmente en sus formas de protestantismo y catolicismo, aunque esta es una religión claramente minoritaria.

Esa complejidad religiosa se ve reflejada tanto en su mitología como en sus tradiciones y leyendas. A modo de curiosidad, podemos afirmar que sólo en el panteón shinto se compone de más de 8.000.000 kami (dioses o espíritus).

Pero vamos a centrarnos en aquellos fantasmas que han creado terror durante tanto tiempo...y aún lo siguen haciendo.

Todos los fantasmas japoneses se clasifican, groso modo, bajo el nombre de Obake
(お化け) o Bakemono (化け物). La palabra obake procede del verbo bakeru, que significa cambio o transformación. En Japón, los fantasmas son algo que muta y se transforma, son almas que han sufrido un cambio debido a alguna experiencia amarga o simplemente seres que son producto de algún hechizo. Dentro de los Obake podemos encontar varios tipos, según su origen: los Yurei (almas en pena), los Yokai (seres de apariencia monstruosa), los Oni (Ogros y demonios) y los Henge (animales con poderes diabólicos).

En esta ocasión y debido a lo extenso que resultaría este post, nos centraremos únicamente en los yurei, dejando a los otros tipos para otro momento.

Los yurei (幽霊 "alma que casi no se ve") son lo más parecido a nuestro concepto de  fantasma. Tradicionalmente son considerados como los espíritus de personas que fallecieron de forma trágica, por no haber recibido un funeral apropiado (tatari) o por suicidarse. Los yurei se limitan a merodear por los sitios próximos al lugar donde fallecierón, apareciendo normalmente entre las las dos de la madrugada y el amanecer, asustando a aquellos que les ofendieron en vida, aunque sin causar daño físico, pues su naturaleza se lo prohibe.

Una característica importante es que la gran mayoría de los yurei son mujeres, pues el yurei masculino es menos común. Cada yurei tiene su propio nombre y su historia triste. 

Muchas de las características del yurei se derivan de los ritos funerales del periodo Edo (siglos XVII-XIX), como que se aparezcan con un kimono funerario blanco y abrochado del revés, color con el que se vestían, y todavía se visten a día de hoy, a los difuntos. Suelen carecer de piernas o de pies y, frecuentemente, están acompañados por dos hi-no-tama (fuegos fatuos), de colores azul, verde o púrpura. Estas llamas fantasmales son partes separadas del fantasma más que espíritus independientes. 

Como a la mayoría de los seres diabólicos del folklore japonés, los yurei pueden ser repelidos con una ofuda, una serie de escrituras shintoístas santificadas. Los monjes budistas suelen ser contratados para llevar a cabo rituales en aquellas muertes inusuales o desgraciadas que pueden llevar a la aparición de un fantasma vengativo, de un modo similar a un exorcismo. Además, en ciertas ocasiones, estos fantasmas pueden ser deificados para aplacar sus espíritus en el más allá.

Dentro de los yurei hay varios tipos específicos de fantasmas, clasificados principalmente por la manera que murieron o por el motivo que les llevó a volver al mundo de los vivos:


 
Onryo (怨霊). Es un fantasma japonés que vuelve al mundo físico para buscar venganza. Cegados por su deseo de venganza, raramente desatan su venganza sobre el causante de sus males.
 

Ubume (産女). Se trata del fantasma de una madre que murió durante el parto, o murió dejando niños pequeños. Estos yurei suelen regresar para cuidar de sus hijos. En algunas historias, compran dulces y comida a sus hijos vivos, con monedas que pasan a convertirse en hojas secas.


Goryo (御霊). Son los vengativos fantasmas de aristócratas, especialmente, de aquellos que fueron martirizados en vida. Fueron muy comunes en el período Heian. La creencia popular dice que son capaces de realizar venganzas catastróficas, desde destrucción de cadáveres, hasta la invocación de tifones y terremotos.


Funayurei (船幽霊). Son los fantasmas de los que fallecieron en el mar. Se aproximan a la gente en botes o barcos y les piden un cucharón. Si se les entrega, empezarán a verter agua de mar en la embarcación hasta que se hunda.
 

Zashiki-warashi (座敷童子). Son fantasmas de niños, más traviesos que peligrosos. El aspecto de éste espíritu es el de un niño de unos 5 o 6 años con el cabello ondulado y un rostro rojizo. El niño puede ser de sexo masculino o femenino, aunque actualmente se lo considera femenino. Un Zashiki-warashi se lo puede encontrar en casa viejas y preferentemente grandes.

 





Akaname (垢嘗). Es un tipo de fantasma que se puede encontrar en los baños, bañeras e incluso inodoros succionando con su larga lengua cualquier desperdicio que esté a su alcance. Durante la noche, los sonidos extraños provenientes de baños puede que en vez de cucarachas u otros insectos sea algún akaname. Es un ser benévolo a pesar de su horrible apariencia y el sonido perturbador que produce su lengua al succionar la inmundicia. 

 


Kuchisake-onna (口裂け女 "mujer con la boca cortada"). Es, probablemente, el fantasma más escalofriante de todo el folclore japonés. Se trata del yurei de una mujer que fue asesinada y mutilada por su esposo, cortándole la boca de oreja a oreja. Según las tradiciones, se aparece en los parques oscuros con una máscara que le tapa la boca, preguntando a quien pase por su belleza. Si se comete el fatal error de responder de manera afirmativa, la Kuchisake-onna le cortará la boca de un lado a otro con unas tijeras. También se dice que, si al preguntar ella por su hermosura, se le dice que uno tiene prisa y debe atender un asunto muy importante, se disculpará y dejará marchar a su víctima.
 

Toire no Hanako-san (トイレの花子さん). Este fantasma se dice que vive en los baños de las escuelas, motivo por el cual las chicas en Japon suelen ir en grupo al aseo, evitando encontrarse con ella. Cuenta la leyenda que las chicas nunca entran en ningún aseo que tenga el número 4 pues allí habita este espectro. Las tradiciones sobre ella la señalan como el fantasma de una niña que murió durante un bombardeo durante la Segunda Guerra Mundial, aunque otras historias afirman que se trata del espíritu de una joven asesinada por su padre e incluso el fantasma de un antigua alumna que murió en un por un accidente en la escuela.
 
Yuki-onna (雪女 "La mujer nieve"). Se trata del yurei de una joven de piel blanca, esbelta y muy atractiva, que se le aparece a los que están agotados por luchar contra una tempestad de nieve, calmándolos y haciendo que se duerman, hasta que pierden el conocimiento y mueren. El objetivo que la hace actuar así varía según la historia. A veces la razón es simplemente que le gusta ver cómo muere su víctima, pero también se dice que lo hace para robarles la sangre o el alma con las que alimentarse.
En otras historias, este fantasma se reencarna en una hermosa mujer y se casa con un hombre al que finalmente mata. Suele ir vestida con un kimono blanco y se dice que sus ojos causan terror en aquellos que los miran. Flota por encima de la nieve sin dejar ningún tipo de huella y puede transformarse en nieve o niebla si se ve amenazada.
 
Noppera-bo (野箆坊). Este es un fantasma que puede aparecerse caminando por calle oscuras, con la cara hacia abajo. Si le saludas se dará media vuelta, descubriendo una cara sin rostro, lo cual causa terror en su interlocutor, aunque se dice que es totalmente inofensivo.
 







 
Gaki (餓鬼 ‘Fantasma hambriento’). Los gaki son seres que sufren continuamente hambre y sed, puesto que cualquier alimento que se halle ante ellos desaparecerá entre las llamas. Son seres infelices y demacrados, con el vientre hinchado y la boca muy ancha, símbolo del hambre y la sed que poseen.


 
                                                                         (Continuará...)

domingo, 10 de noviembre de 2013

El significado de los cuentos populares (I)




Érase una vez, en un lejano país….”

¿Cuántas veces hemos oído, a lo largo de nuestra niñez, o hemos empezado alguna historia con estas mismas palabras? Hemos crecido con ellas y ya forman parte de nuestro ADN y, como tal, las usamos a la menor ocasión que tenemos de narrar un cuento...


Sin embargo, si atendemos a la evolución de los cuentos populares (que la han tenido…y mucha), tenemos que entender que ninguno de ellos fue escrito en su origen para niños.


En los cuentos populares existe una dualidad entre los personajes, cuyos atributos representan la bondad o la maldad, dependiendo del papel que se les asigne en la trama del cuento. El bien está simbolizado por el protagonista central y los personajes secundarios, mientras que el mal está simbolizado por personajes que representan la insensatez, la astucia, el peligro... En la mayoría de los cuentos, los personajes pasan por varias pruebas antes de la felicidad del final: pueden perderse en un bosque, ser perseguidos por seres malvados…algo que se considera en psicología como obligado antes de pasar a la etapa de madurez.


Hay que indicar que el objetivo de los cuentos infantiles suele ser adoctrinar, por lo que estas historias incluyen una moraleja, de manera que los niños puedan ser aleccionados: asustar a los niños con respecto a salir solos de casa, hablar con extraños, mostrar mal comportamiento o no coger lo que les den los extraños…


Por otro lado, podemos apreciar que la mayoría de estos cuentos “infantiles” no son adecuados para niños; al tratarse de narraciones orales que, en un determinado momento de la historia, se plasmaron por escrito sus versiones han ido modificándose a lo largo de las generaciones, por lo que se ha perdido ese matiz “adulto”.     



Casi todos los cuentos infantiles que conocemos en la actualidad provienen de la Edad Media, aunque la mayoría fueron adaptaciones de relatos extraídos de otras fuentes. No debemos olvidar que en aquel período de la historia muy poca gente sabía leer, trasmitiéndose de manera oral, siendo este el motivo fundamental por lo que existían tantas versiones distintas de la misma historia.

Con todo esto, pasemos a ver la simbología de alguno de los cuentos "infantiles" más conocidos.



Blancanieves y los siete enanitos





Blancanieves (en alemán, Schneewittchen) es el personaje central de un cuento, cuya versión más conocida es la de los hermanos Wilhem y Jacob Grimm. En la versión más conocida es acompañada por siete enanos, aunque en otras tradiciones son duendes o, incluso, ladrones...



Aquí, el personaje principal es huérfana y tiene una madrastra. En este tipo de historias, la madrastra siempre es una mala madre. La reina, al enterarse por un espejo mágico que poseía, que ya no es la más hermosa del reino, le pide a uno de sus cazadores que mate a Blancanieves y que le traiga como prueba de ello el corazón. Lo que poca gente sabe es que en la primera edición los hermanos Grimm (en 1812),  la “mala” de la obra era la mismísima madre de Blancanieves que, celosa de la belleza de su hija, la llevaba al bosque donde la abandonaba. Es probable que, a lo largo del tiempo, se haya sustituido a la madre por la madrastra, con el fin de adaptar la historia a un cuento para niños, quitándole el componente siniestro de la falta de amor de una madre por su hija.
Además, la reina es una hechicera que puede metamorfosearse. Por tres veces visita a Blancanieves, que no la reconoce: le ofrece primero un lazo que casi le quita la respiración, luego una peineta que casi la envenena y, finalmente, una manzana envenenada que hace que entre en una especie de “coma inducido” (al igual que veremos en La bella durmiente), hasta que se presenta el príncipe y la revive al besarla. Aquí se reitera el tópico de la "salvación por el amor".



Es interesante reparar en el símbolo de la manzana, que se remonta a Adán y Eva en el Génesis bíblico, que simboliza la tentación, lo pecaminoso como prohibido. También aparece como parte importante de este cuento la simbología del número siete: los siete enanitos, o el hecho de que Blancanieves se convierta en una hermosa niña a la edad de siete años. El siete es un número mágico en los cuentos populares: siete son los días de la semana, siete las virtudes, siete los pecados capitales, siete las maravillas del mundo antiguo y, según la Biblia, el séptimo día es sagrado y de descanso.
Cuando Blancanieves yace muerta en el ataúd de cristal, tres pájaros acuden a llorarla junto a los siete enanitos: una lechuza (ave relacionada con la sabiduría), un cuervo (el ave de la inteligencia) y una paloma (que simbolizaba la inocencia y el amor).


Caperucita Roja


Caperucita Roja de Willcox Smith (1911)

Caperucita Roja (en francés, Le Petit Chaperon rouge) es, probablemente, el cuento popular más conocido de todos los existentes. El relato marca un claro contraste entre el pueblo (que es lugar seguro donde deben habitar los hombres) y el bosque (un sitio peligroso, lleno de seres que pretenden hacerte daño), una contraposición que era muy habitual en el mundo medieval.



Fue el escritor Charles Perrault (1628-1703) quien recogió y adaptó las numerosas versiones de esta narración, suavizando en muchos casos alguna de sus partes. Por ejemplo, el lance en que el lobo, ya disfrazado de abuelita, invita a Caperucita a consumir carne perteneciente a su propia abuelita, a la que acaba de descuartizar. Al igual que en el resto de sus cuentos, quiso dar una lección moral a los jóvenes que entablan relaciones con desconocidos, añadiendo una moraleja explícita, inexistente hasta entonces en la historia. Su versión es que el lobo devora a la abuela, pero que a caperucita la devora de otra manera  (sexualmente, por supuesto), algo que queda patente al final de la historia, donde incluyó la siguiente metáfora:



Aquí vemos que la adolescencia,
en especial las señoritas,
bien hechas, amables y bonitas
no deben a cualquiera oír con complacencia,
y no resulta causa de extrañeza
ver que muchas del lobo son la presa.
Y digo el lobo, pues bajo su envoltura
no todos son de igual calaña:
Los hay con no poca maña,
silenciosos, sin odio ni amargura,
que en secreto, pacientes, con dulzura
van a la siga de las damiselas
hasta las casas y en las callejuelas;
más, bien sabemos que los zalameros
entre todos los lobos ¡ay! son los más fieros.


Caperucita debe recorrer el bosque (que es la representación de la vida) donde encuentra al lobo (que simboliza los múltiples peligros y riesgos) para visitar a su abuelita (la sabiduría de los ancestros). Ésta es devorada, junto con su posibilidad de transmisión de su sabiduría, por el lobo, es decir, por la vida. A Caperucita no le asusta el mundo exterior, si no que más bien le parece atractivo, lo cual es un peligro. Por eso se desvía del camino que le aconseja su madre ante la tentación del seductor lobo.

El color rojo de su caperuza simboliza la edad sexual de la protagonista, que debe guardar su virginidad ante los seductores que quieren hacerla caer. Su peligro es la sexualidad incipiente para la que emocionalmente aún no está preparada.

Caperucita, finalmente, comprenderá la diferencia entre los dos tipos de hombres que hay en el mundo: el seductor (representado por el lobo) que sólo busca su perdición y el protector (en la figura del cazador), que representa al padre o al futuro esposo que elija en un futuro.



La Cenicienta


El arquetipo de la Cenicienta tiene una gran historia tras de sí. Los primeros rastros podemos hallarlos tanto en los antiguos egipcios como en griegos  y romanos (con la historia de Ródope). Más tarde, volvemos a encontrarla, con el nombre de Yeh-hsien, durante la dinastía T'ang del Imperio Chino (entre los años 618-907), de donde nos llegó la característica del pequeño pie que poseía Cenicienta. En el año 1197 en la región árabe de Persia, Nezâmí-ye Ganŷaví escribe Las Siete Bellezas (Haft Paykar), donde también aparece este personaje. Es en este momento cuando, tras las cruzadas, se vuelve a arraigar su historia en Europa. 

Hasta nuestros días ha llegado como más representativa la versión que hizo Charles Perrault (1697), con el título Cendrillon ou La petite pantoufle de verre, aunque se sospecha que se basó en la historia de Giambattista Basile, La Gatta Cenerentola (1634).

Yeh-hsien
En casi todas las versiones se mantienen una serie de elementos comunes, pero también se introducen cambios importantes, según las costumbres de la época y el lugar. Por ejemplo, la Cenicienta egipcia (Rodophis) no es tan casta y pura como las europeas, pues su belleza le hace tener muchos amantes, convirtiéndose, finalmente, en la concubina favorita del faraón. La hindú (Hanchi), es pudorosa aunque constantemente es asediada por varones lujuriosos con la única idea de poseerla. La italiana (Zezolla), no es buena ni sumisa, sino que se convierte en una despiadada asesina que le rompe el cuello de su madrastra y, pese a todo, recibe su recompensa.
Como curiosidad, habría que indicar que, incluso, entre los indios abenaki de Norteamérica podemos hallar a Oochigeas, nuestra Cenicienta, entre sus historias aunque, desgraciadamente, no sabemos si se trata de tradiciones anteriores a la colonización europea. 

Pero sea cual sea la versión de la que hablemos, existen una serie de temas recurrentes en todas ella. Uno de ellos es la envidia y la rivalidad entre hermanos, puesto que Cenicienta no sólo es presa de los malos tratos de su madrastra (otra vez la recurrente figura de la madrastra "mala"…), agravados por el odio y la envidia de sus hermanastras. Esta narración expresa las experiencias interiores de un niño que sea víctima de una rivalidad fraternal: Cenicienta es menospreciada por sus hermanastras, mientras que es obligada, por su madrastra, a sacrificar sus propios intereses por los de aquellas, realizando los más duros trabajos de la casa, aunque reciba gratitud por ello. Pero la bajeza moral de la madrastra y de las hermanastras hace al lector sentirse agraciado, pues piensa que él tiene la suerte de no pasarlo tan mal como nuestro personaje.



La figura del hada madrina es un elemento sustitutivo de la figura maternal de Cenicienta, un personaje que se encarga de darle el elemento del cariño que le falta a nuestra huerfanita, además de presentar ciertos símbolos de madurez sexual, con la inclusión de calabazas, lagartijas y ratones para crear la carroza en la que viajará hasta el baile.
Por tres veces Cenicienta baila con el príncipe, y al llegar la noche (no la medianoche, que es algo que se agregaron en versiones posteriores) se escapa para no ser reconocida. El número tres, la acción realizada por tres veces, es un elemento también constante en este tipo de historias tradicionales. Vale recordar el profundo sentido esotérico del número tres.

Otro de los símbolos es el zapato de cristal (en las versiones más antiguas era una zapatilla de cuero suave), que Cenicienta pierde al salir de la fiesta, el cual simboliza el sexo femenino. El pie diminuto que posee el personaje siempre se consideró como un signo de virtud, de belleza e, inclusive, de atractivo sexual. El que Cenicienta se vea siempre cubierta de ceniza se considera un símbolo de desprecio y de humillación, a la vez que le aporta un aire de humildad a su figura.




                                                           (Continuará...)